Publicado en Filosofía política

A Rawls rogando…


Autores: Ana Béjar (Estudia Derecho en UGR). Jose Luis Fernández Moreno

La teoría de la justicia de J. Rawls  exige en sus principios básicos que la sociedad debe estar conformada de manera que el esquema de libertades individuales sea el más amplio posible, evitando el conflicto entre las libertades individuales; y que el papel que las instituciones públicas deben cumplir en la sociedad debe tener como objetivo reducir los desequilibros o las desigualdades, que por motivos naturales o sociales, puedan darse entre determinados colectivos sociales o individuos. Veamos cómo se puede aplicar esta concepción de la justicia a la ley que se acaba de aprobar recientemente en Francia, que tanto trajín se trae en España, relativa al derecho a contraer matrimonio entre personas homosexuales.

Por un lado, esta ley amplía el conjunto de derechos de un amplio colectivo social, pensemos no solamente en el derecho a contraer matrimonio, sino también en los derechos que se derivan de ello como puede ser el derecho a disponer de una pensión de viudedad, de heredar, de protección en la seguridad social, de protección de caso de divorcio, etc. Esta ley amplía los derechos de los homosexuales sin que implique una pérdida de derechos a otros colectivos. Por otro lado, otorga al Estado ese papel de garantizar que las desigualdades que pueda haber en una sociedad, en este caso por la ausencia de derechos básicos, debe ser minimizadas.

Estos principios de justicia mínimos requieren para su aceptación de dos elementos que resultan bastante problemáticos porque requieren un máximo de idealidad. Por un lado, la posición original conocida como “el velo de la ignorancia”; y  de otro,  la idea de racionalidad del ser humano. La película “Amanece que no es poco” nos va a “ayudar” ilustrar estos dos elementos trascendentales de la teoría rawlsiana.

El velo de la ignorancia

El conocido “velo de la ignorancia” es la posición original, o punto de partida, en la que se deben situar tanto la asamblea legislativa, como los ciudadanos que deben aprobar mediante “consenso entrecruzado”, los principios que rigen la sociedad, esto es,  el conjunto de acuerdos mínimos que debe servir de trasfondo para una sociedad justa.

La posición en la que se encuentran aquellos que deben establecer el conjunto de normas que van a regir la sociedad es una situación de imparcialidad en la que desconocen el papel que “van a jugar” en ésta. Además de desconocer este “papel” es necesario apartar, dejar a un lado, tanto la ideología propia como las creencias religiosas o todo aquello que pueda influenciar, que dirija esta creación de leyes hacía una determinada dirección.

Esta posición de “desconocimiento”, facilitará que las leyes aprobadas sean justas. Pensemos que las leyes van a ser ejecutadas por aquellos que desconocían su situación social, y por lo tanto, se supone que nadie aprobaría una ley  lesiva en derechos sin saber si finalmente la ley le acabaría afectado.

“Amanece que no es poco” nos presenta una situación en la que, cada año, los ciudadanos/as de un pequeño pueblo español perdido en la montaña, tienen la costumbre de renovar los cargos que se ejercen en el pueblo cada vez que hay elecciones. Los cargos no sólo son aquellos de carácter institucional y político, sino que también se incluyen a las personas que ocuparan los puestos de maestro, prostituta, adúltera, e incluso a aquellos/as que «van a ejercer durante un tiempo» de homosexuales.

Se cumplen de esta manera dos condiciones de la teoría de la justicia de Rawls: a) los empleos y cargos son asequibles a todos (segundo principio de la justicia); y b) en principio nadie sabe el cargo que va a ocupar (más o menos). Es cierto que los puestos son electos y a nadie se le obliga a ocupar un cargo que no quiera, los puestos de moja suelen quedar vacantes, pero nadie, en principio, penalizaría el adulterio sabiendo que quizá algún año decida ocupar ejercer ese “cargo”.

El velo de la ignorancia nos exige dejar a un lado nuestras convicciones morales, religiosas y políticas, y esa exigencia es tan ideal como en la película. Pensemos en el incremento de los fundamentalismos religiosos en las sociedades actuales. Y no seamos ingenuos, no sólo en las sociedades islámicas hay un aumento del fundamentalismo religioso. Basta echar un vistazo a las alternativas electorales en EE.UU, donde lo difícil no es que una persona negra o hispana llegue a la Casa Blanca, lo difícil es que llegue un ateo. También en Europa vivimos un resurgir de estos movimientos religiosos que mediante sus grupos de presión intentan influir en la elaboración de leyes que son básicas para la sociedad (matrimonio, educación, aborto, eutanasia). Estaríamos entonces ante un grave retroceso en las condiciones que harían posible una sociedad justa.

Por otro lado, la posición original nos pide ciudadanos vulcanianos, como el señor Spock en Star Trek, para quien las emociones, e imagino que sus convicciones ideológicas, deben quedar en un segundo plano a la hora de tomar decisiones. Es posible que esta exigencia rawlsiana sea una consecuencia de su intento de evitar el conflicto social. Idea bastante extendida entre grupos sociales y políticos que han hecho de la apelación al pacto social su principal argumento político. Las formas en las que el conflicto social debe dirimirse en las sociedades democráticas es un debate que se está siguiendo muy intensamente en determinados grupos sociales, especialmente a partir de lo que supuso, al menos en su inicio, el 15M.

El sujeto racional

El segundo componente de idealidad en Rawls es el sujeto. La teoría de la justicia se elabora para unos sujetos iguales, libres y dotados de racionalidad. No es el momento para cuestionar si en un sistema de producción capitalista los sujetos son libres e iguales, pero Rawls está pidiendo que tanto los ciudadanos que forman la asamblea legislativa como aquellos/as que posteriormente tengan que aprobar las leyes –la propia asamblea o la ciudadanía mediante plebiscito- sean sujetos racionales, sin que quede muy claro qué es lo que se está pidiendo. ¿Consideramos racional a alguien cuyo nivel de información sobre lo que ocurre en el mundo se limite a ver saltar a Falete desde un trampolín?

En defensa de Rawls diremos que las formas democráticas de organización social y todas las teorías éticas necesitan ese componente de idealidad. Al fin y al cabo, aunque caben serias dudas de que la mayoría de la población sea capaz de distinguir entre los programas o principios ideológicos que definen a las distintas opciones políticas que se presentan a unas elecciones, no por eso se les puede quitar el derecho al voto a esos ciudadanos.

En la película de José Luis Cuerda (1988), los ciudadanos han encontrado una forma de garantizar que, al menos a la hora de votar, se encuentran en un estado de máxima racionalidad. Antes de votar hacen unas rogativas para pedir capacidad de discernimiento. De esta manera tendríamos a un sujeto ideal al que, por la Gracia Divina, se le otorga la racionalidad necesaria para poder votar y elegir los cargos en el pueblo.

Como podemos ver en una lectura atenta de las letanías, si el Cielo así lo quiere, los ciudadanos estarán en la mejor situación posible para ejercer su derecho al voto racionalmente.

Letanías de los que están en el cielo.

Por los Querubines…
Dadnos, Santos del Cielo, Claridad de Juicio.
Por los Serafines…
Dadnos, Santos del Cielo, Rigor Científico.
Por los Tronos…
Dadnos, Santos del Cielo, un Cuerpo de Doctrina.
Por las Dominaciones…
Dadnos, Santos del Cielo, Mucho Discernimiento.
Por las Virtudes…
Dadnos, Santos del Cielo, la Capacidad de Relativizar.
Por las Potencias…
Dadnos, Santos del Cielo, una Visión Global Bastante Aproximada.

Anuncio publicitario

Autor:

Manuel Daza Ramos. José Luis Fernández Moreno. Profesores del Departamento de Filosofía IES Mediterráneo. Salobreña (Granada)

5 comentarios sobre “A Rawls rogando…

  1. Estoy muy de acuerdo con Mariano,los partidos parecen olvidarse que han de representar a toda una nación y como tal,han de responder a los problemas que le planteen y no desentenderse y buscar solo sus propios intereses eso es algo que como bien dices,se leva haciendo desde siempre,hay que buscar una manera de cambiar esta situación pues en estas épocas de crisis parece que las cosas cambian pero cuando todo vuelve a solucionarse y la situación se estabiliza la gente se olvida de aquello que reivindicaba y la historia vuelve a empezar y los partidos a tomarse las leyes por su mano.
    La otra cosa en la que estoy de acuerdo es que aún no está muy asegurada esa igualdad de oportunidades para los ciudadanos todos sabemos que muchas veces lo que mueve estas oportunidades no puede ser la capacidad (si es que se da la oportunidad de tenerla) sino también el dinero,o el «enchufe» y esas cosas que oímos hoy en día tanto en las noticias..

  2. Algunas precisiones al comentario de Mariano Navas.
    Como bien sabemos, el abanico del liberalismo político es muy amplio como demuestra la polémica que ha distanciado radicalmente a Rawls, cuya defensa de políticas sociales y del Estado del Bienestar le ha acercado a la socialdemocracia, del neoliberalismo o anarcocapitalismo de R. Nozick, que apuestan por un “estado mínimo”, rechazando el carácter distributivo del segundo principio y, por tanto, de cualquier política social. Aunque Rawls prioriza las libertades básicas y los derechos fundamentales frente al segundo principio de la justicia (principio de la diferencia), no cabe duda que su intención es aunar libertad e igualdad en la estructura básica de la sociedad o conjunto de instituciones sociales más importantes que distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación social.
    Rawls afirma que el tema de las desigualdades merece especial atención, lo que resulta coherente con el presupuesto del que parte: todos somos libres e iguales (liberalismo igualitarista). Busca, por tanto, un principio distributivo que permita decidir acerca de cuestiones fundamentales como la desigualdad, el valor de las libertades y la igualdad de oportunidades, pero saliendo del ámbito de la justicia distributiva propiamente dicha, pues los principios que en ella encuentra distan mucho del consenso. Rawls rechaza la meritocracia y propone en consecuencia retroceder para disponer de una panorámica más amplia y reflexionar sobre las convicciones más generales y bien asentadas. De esta manera confía en hallar principios de distribución que sean justos a través de su teoría del “velo de la ignorancia” que serían escogidos por los representantes de los ciudadanos en la posición original.
    Por otro lado, Rawls afirma también que “deberíamos prestar atención al significado de la igualdad equitativa de oportunidades. Esta es una idea difícil y no del todo clara.; tal vez podamos hacernos idea de cuál es su papel si entendemos por qué se introduce, a saber, para corregir los defectos de la igualdad formal de oportunidades –las carreras abiertas al talento-en lo que llamamos el sistema de libertad natural” (La justicia como equidad. Una reformulación). La igualdad formal se refiere, por tanto, a un simple reconocimiento legal de derechos sin que existan las condiciones reales para que se puedan ejercer. Esta igualdad formal es la que se da en un sistema de libertad natural, determinado por las diferentes capacidades o “dotaciones innatas” y por las motivaciones o “disposiciones a hacer uso” de ellas que los individuos tienen por sí mismos. Para que la igualdad de oportunidades sea real es necesario introducir un elemento de equidad y un reparto desigual de los bienes básicos, concediendo más al que menos tiene para compensar su inicial desventaja. “Para precisar la idea de oportunidad equitativa decimos lo siguiente; suponiendo que haya una distribución de dotaciones innatas, los que tienen el mismo nivel de talento y habilidad y la misma disposición a hacer uso de esos dones deberían tener las mismas perspectivas de éxito independientemente de su clase social de origen, la clase en la que ha nacido y crecido hasta la edad de la razón. En todas las partes de la sociedad debe haber aproximadamente las mismas perspectivas de cultura y logro para los que están similarmente motivados y dotados” (Ibid). Después afirma el mismo Rawls que para alcanzar estos objetivos “deben imponerse ciertos requisitos a la estructura básica” como la existencia de un conjunto de instituciones que eviten “concentraciones excesivas de propiedad y riqueza, especialmente de aquellas que conducen a la dominación política. La sociedad también debe establecer, entre otras cosas, iguales oportunidades de educación para todos independientemente de la renta de la familia”

  3. Primero, me gustaría felicitarles por su artículo, Sr. Moreno y Srta. Béjar. Sin duda, es muy didáctico para los jóvenes estudiantes que se están acercando a la teoría de la justicia y, en general, a la obra de John Rawls. Si les parece, me gustaría comentarles algunas impresiones que me suscitan las ideas de Rawls.
    En la mera y estricta teoría, la filosofía política de Rawls parece una buena solución a muchos de los problemas que acarreamos hoy en día, sobre todo en España. Me explicaré: cuando uno de los partidos mayoritarios llega al poder, en muchos casos parecen olvidarse de que cuando gobiernan, lo hacen no sólo para sus votantes o electores, sino para el resto de la nación. Es por eso que en el contexto de una más que desfavorable coyuntura económica, se hace necesario un pacto, o un «velo de la ignorancia», que permita legislar de manera que ningún ciudadano salga perjudicado. Y no parece que esa situación se esté dando ni se vaya a dar en algún tiempo.
    Sin embargo, hay ciertos aspectos de la teoría política de John Rawls que me «chirrían», por así decirlo, y nacen, sobre todo, por su condición de liberal. Cuando Rawls habla de su segundo principio de la justicia, por el cual los empleos y los cargos son accesibles a todos, me hace recordar la meritocracia que impregna todo el liberalismo político, desde el siglo XIX hasta hoy día. Está muy bien que las personas accedan a los cargos en igualdad de oportunidades, por mérito y capacidad, pero se hace evidente que con nuestro sistema, no todas las personas pueden acceder con las mismas oportunidades a los cargos, sobre todo, las que no tienen apenas recursos, o las que son discriminadas por razón de su sexo. Es por este motivo que se hace evidente la necesidad de una legislación que permita un acceso más favorable a estos colectivos, y no dejárselo al mercado, porque todos sabemos cómo acaba la cosa…
    Por último, me ha parecido muy buena su apreciación sobre el concepto de sujeto racional, porque en el fondo lo que me suscita es el gran deseo liberal de hacer de la política una actividad elitista, como lo fue en el siglo XIX, en la que tan sólo participaban en política aquellos que poseían un buen caudal y, por ende, un mejor acceso al conocimiento. Sin embargo, y como ustedes bien señalan, en un contexto democrático como en el que nos hallamos, no se puede pedir que sólo voten los que tienen una alta racionalidad. En mi modesta opinión, no se puede dudar de la «sabiduría» que tenga una persona para votar. La tenga o no la tenga, su derecho a votar a la formación política que desee debe ser garantizada por el Estado, y tanto valor tiene el voto de un intelectual, como el de un obrero que nunca ha tocado un libro, o el de un «nini» que esa cosa de la política ni le va ni le viene. Por eso, en vez de discriminar por la racionalidad de cada individuo (que a la larga no conduciría sino a un sistema totalitario con discriminación de intelectos), lo que debemos es intentar generar una cultura política que, por desgracia y como ustedes bien han dicho, falta por todas partes.
    Por mi parte, nada más. Permítanme volver a felicitarles de nuevo por su artículo, y espero muy pronto otra nueva colaboración del mismo calibre. Un saludo!

    1. Gracias por responder al comentario.
      Efectivamente el derecho al voto es un derecho que es inalienable, y que “el principio de las libertades” de Rawls garantiza. En la entrada se quería defender precisamente ese derecho de las críticas que desde determinados sectores conservadores se hace al derecho universal al voto. El ideal de un sujeto racional es trascendental a las democracias en el sentido de que se trata de una condición de posibilidad de la democracia misma. Sólo sujetos racionales pueden tener ejercer racionalmente su voto evitando así los intentos de manipulación de las clases dirigentes. Es precisamente ese carácter trascendental lo que convierte la racionalidad del sujeto en un ideal que tendría su origen en la Ilustración (“Sapere Aude“). Sólo sujetos “ilustrados” son sujetos libres y no manipulables.
      Sobre la capacidad humana para tomar decisiones racionales eso sería tema para un debate interesante en el que las neurociencias tienen mucho que decir. Pero, eso es otra historia.
      Gracias de nuevo por tu comentario y te esperamos como colaborador del blog.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s