Publicado en Antropología, Filosofía política

¿Había vida antes de los jefes?


Autor Manuel Daza

Departamento de Filosofía

¿Es el poder y la dominación política un universal humano? ¿Es posible la humanidad sin gobernantes ni gobernados?

Los fundadores de la ciencia política y del pensamiento moderno como Hobbes y Locke creían que no. Afirmaban que el origen del Estado era consecuencia de un pacto o contrato hipotético  con el que los individuos abandonan el estado de naturaleza, cediendo al poder político parte de su libertad natural para garantizar la paz, la vida y la propiedad privada. Thomas Hobbes opina que no es posible la sociedad sin un jefe fuerte ya que “existe una inclinación del ser humano, un perpetuo y desazonador deseo de poder por el poder, que sólo cesa con la muerte”. Debido a este anhelo, la vida anterior al Estado constituye una “guerra de todos contra todos”, “solitaria, pobre, sórdida, bestial y breve”. ¿Hay, por tanto, en el ser humano esa insatisfecha sed de poder que, a falta de un jefe todopoderoso, conduce inevitablemente a que el hombre sea un lobo para el hombre?

J. Locke

Locke comparte con Hobbes su preocupación por la seguridad y la paz, aunque adoptan perspectivas opuestas. Hobbes defenderá el absolutismo político, mientras que el pensador inglés apuesta por el liberalismo. Su primer paso consiste en dejar constancia de lo que el mismo entiende por poder político, que distingue del poder del padre, del amo, del marido o del señor sobre sus hijos, criados, mujer o esclavos, respectivamente, es decir, diferenciarlo de la autoridad y la influencia. Poder político, dice Locke, es “el derecho a dictar leyes, incluida la pena de muerte y, en consecuencia, todas las inferiores, para la regulación y salvaguarda de la propiedad, y a emplear la fuerza de la comunidad en la ejecución de todas las leyes y en la defensa del Estado contra agresiones del exterior, y todo ello únicamente en pro del bien público.” (II Tratado, 1, 3)

Locke establece que el estado de naturaleza es un estado de libertad e igualdad en el que el poder y la jurisdicción son recíprocos y nadie tiene más que los otros. El estado de naturaleza debe ser amable y puede serlo; no feroz, como era para Hobbes. Pero tampoco debe imaginarse como un jardín de delicias en un libre juego de impulsos hedonistas. El estado de naturaleza tiene su ley que a todos obliga: nadie ha de atentar contra la vida, la salud, la libertad ni las posesiones de otro; nadie puede invocar una “libertad” que nos autorice a destruirnos mutuamente. La guerra de todos contra todos no es, en absoluto, una necesidad, como creía Hobbes; pero es, desde luego, una posibilidad. Una o varias personas pueden recurrir a la fuerza para obtener lo que la norma natural prohíbe, es decir, para supeditar a sus fines propios la libertad, la vida o los bienes de los demás. Si esto es así, sería legítimo que en el estado de naturaleza unos hombres pueden adquirir poder sobre otros, pero no un poder absoluto sino en la medida necesaria para la reparación y la represión hasta donde dicten la razón y la conciencia. Sólo así es legítimo que un hombre hago daño a otro, que es lo que llamamos castigo. Pero, si de este modo tenemos poder ejecutivo, parece poco razonable que uno sea juez en su propia causa, porque el amor propio le hará parcial y el deseo de venganza podrá llevarle al exceso. Para evitar o limitar esa posibilidad es para lo que los hombres se organizan en sociedades y establecen un poder “al que apelar” para que asegure la convivencia en paz, que sería imposible en ese estado de naturaleza anterior a  la constitución del Estado.

Sin embargo, los antropólogos del siglo XIX y XX han tenido la oportunidad inmejorable de analizar ejemplos de bandas y tribus actuales, que por su peculiaridad orográfica o las condiciones extremas de sus hábitats, han permanecido al margen de la civilización, continuando con modos de vida y tradiciones que se remontan a más de 20.000 años, coincidiendo así prácticamente con todas las sociedades del paleolítico y cuyos sistemas políticos no incluían este concepto de poder político.

Cazadores de la etnia san

Una de estas bandas actuales son los bosquimanos !kung que viven en el desierto del Kalahari, que forma parte del parque transnacional que se extiende por Botswana y Namibia en el S.O. africano. Son grupos de cazadores-recolectores, que ha sido el modo de vida humano durante el 90% de su existencia, con domesticación escasa o inexistente, nómadas, sin propiedad privada y, por tanto, con un intercambio recíproco. Su sistema político, como el de todas las bandas y tribus, es no centralizado, es decir, el poder es temporal y fragmentario. No hay un líder formal y su actividad política se limita, esencialmente, a la toma de decisiones sobre migración, distribución de alimentos y resolución de conflictos interpersonales. Sus consejos y conocimientos son respetados por sus logros y cualidades personales, pero no poseen un estatus especial ni detentan poder (sólo autoridad e influencia). Cuando un cabecilla da una orden, no dispone de medios físicos para castigar a aquellos que la desobedecen. Por consiguiente, si quiere mantener su puesto, dará pocas órdenes.

Un grupo de esquimales, por ejemplo, seguirá a un cazador experto y acatará su opinión con respecto a la selección de cazadores, pero en todos los demás asuntos su opinión no pesará más que la de cualquier otro miembro de la banda. En este tipo de organizaciones no hay un sistema de rangos perdurables ni instituciones políticas en sentido estricto.

A juzgar por estos ejemplos, podríamos concluir que durante la mayor parte de la prehistoria nuestra especie se manejó bastante bien sin jefe supremo. Durante más de 30.000 años transcurrió la vida del hombre sin necesidad de reyes ni reinas, sin presidentes ni gobiernos, jueces o policías. ¿Es, por tanto, la aspiración a dominar una conducta aprendida?

Estos antropólogos destacan que es sólo con la propiedad privada, los excedentes y otros factores, que comienzan con la revolución neolítica (hace 12.000 años), cuando surgió el gobierno formal o sistemas políticos centralizados, con un líder soberano apoyado por una burocracia aristocrática que ya sí utiliza medios coercitivos y, por tanto, el uso de la fuerza para la toma de decisiones, garantizar la seguridad y proteger los derechos grupales. Nos encontramos pues con una sociedad estratificada en clase dominante, que utilizará al estado para ejercer su dominio sobre la clase dominada.

Autor:

Manuel Daza Ramos. José Luis Fernández Moreno. Profesores del Departamento de Filosofía IES Mediterráneo. Salobreña (Granada)

4 comentarios sobre “¿Había vida antes de los jefes?

  1. Coincido en los pensamientos de Hobbes y Locke acerca del pacto social y la existencia de un líder fuerte para garantizar la paz, la propiedad privada y, en definitiva, un bienestar general. Aún así como podemos observar, con el ejemplo de la tribu de los bosquimanos !kung, es posible una vida de paz y bienestar sin la figura de un líder, ´´autogobernandose« a través de las personas con más experiencia de la tribu, con un único objetivo, la supervivencia. Personalmente, creo que este tipo de ejemplo, no son más que excepciones actualmente porque no solo habría que analizarlo desde un punto de vista filosófico-político, en el sentido de estos filósofos, sino que habría que mirar también desde un punto de vista sociológico, y es que, no se puede llegar a una paz, etc…de la misma manera en una población de, por ejemplo, diez millones, que en una población de treinta. Además, el hecho de hacernos sedentarios, pienso que influiría, no solo en los aspectos que todos conocemos como el desarrollo de la agricultura y ganadería y con ello la economía, sino en la modificación de esta forma de gobierno en la que viven los bosquimanos !kun.
    Todo ha ido adaptándose y perfeccionándose, de acuerdo con las circunstancias, a lo largo de la historia, sin embargo, aunque actualmente no sea muy viable esa forma de vida, los bosquimanos nos muestran como, en ciertos momentos, a través de la cooperación, somos capaces de vencer ese ansia y sed de poder, en definitiva, ese lobo que constituye el hombre para su propio ser, tal y como nos hablaba Hobbes.

  2. Según nos cuenta el texto, Thomas Hobbes y Locke creían que no era posible la humanidad sin gobernantes ni gobernados, ya que afirmaban que la creación de Estado se debía a un anterior acuerdo entre los sujetos de manera que estos entregaran parte de su libertad al poder político. Personalmente, comparto mis ideales con Locke, ya que este en un primer lugar se preocupa por la seguridad y paz y afirma que todos los individuos son iguales y ninguno tiene más poder que otro. Pero desgraciadamente, esto se ha quedado en meras teorías y en la actualidad no gozamos todos los sujetos del mismo poder.
    Esto no es así en las bandas y tribus actuales, entre las que podríamos destacar la denominada bosquianos !kung, residentes en el desierto de Kalahari. Sus pertenecientes no tienen el concepto de propiedad privada y su poder es temporal y fragmentario, tanto es así, que carecen de un gobernador formal y sus decisiones políticas se basan en sus logros conseguidos y sus cualidades personales. La imagen de igualdad y equidad entre sus componentes se puede apreciar en el vídeo anteriormente adjuntado.
    Para concluir, decir que si durante más de 300.000 años se ha vivido sin un jefe supremo y se ha podido salir adelante, ¿Por qué en la actualidad no podría ser así? Desde mi punto de vista la respuesta es fácil: no podríamos convivir sin un jefe supremo que nos estableciese unas leyes las cuales estuviésemos obligados a respetar y cumplir, ya que todos y cada uno de los ciudadanos padecería una continua sed de poder, lo que daría lugar a una lucha continua en la que nos enfrentaríamos todos contra todos.

  3. Desde mi punto de vista, el tema abordado está resumido en el título. ¿Qué conduce a un grupo humano inicialmente igualitario de cazadores recolectores hacia la creación de líderes cada vez más poderosos y elevados por encima del resto de miembros de su comunidad? Pero no sólo eso, que ya es fascinante de por sí, sino el cómo. ¿Cómo un jefe, que es elegido libremente por los demás por su prestigio, pasa a convertirse en un cabecilla, que es elegido más o menos libremente por otros jefes, o en un abusón que impone mediante la coacción su voluntad sin haber sido elegido más que por los dioses, en el mejor de lo casos?
    Por otra parte, yo creo que era algo inevitable que la sociedad sufriera este cambio ,ya que la población no dejaría de crecer ,por ente sus necesidades cada vez se incrementaban de una gran manera, modificándose organización en cuanto a todos los aspectos , y no solo a la forma de gobierno , sino también en la educación , religión , etc. Esto nos da a entender que mientras la población sigue en aumento las personas tendrán más deseo de poder y de dominación hacia sus semejantes , por lo que se necesita una forma de orden que no siempre se aplica de la mejor manera , ya que esa es la naturaleza del ser humano al ser el único animal capaz de pensar y de hacerse daño a sí mismo .

  4. Tras leer detenidamente el este texto, puedo decir que, Hobbes y Locke, están en lo cierto al afirman que no hay modo alguno de gobernar, de una manera pacífica, sobre un grupo de individuos sino ha habido un consenso previo entre ellos.
    Otro rasgo que me ha llamado mucho la atención es la razón que Thomas Hobbes posee en lo que respecta a la necesidad de un eje sobre cual se asienten todos los poderes, aunque no exactamente como él lo propone, es decir, la gama de poderes no deben, ni pueden, recaer sobre un único representante sino que estos poderes tienen que estar, de manera equitativa, repartidos en un conjunto de instituciones que hayan sido previamente elegidos por votación popular, para así evitar que un único individuo posea el poder de dirigir a los demás individuos como si fueran simples fichas de juego.
    Ahora bien, partiendo de las afirmaciones que Locke realiza, podría decir claramente que él estaba en lo correcto al afirmar que el poder de una persona tiene como límite el poder de otra persona, ya que si así no lo fuera, se producirían futuros conflictos, llegando a predominar en dichos conflictos la ley del más fuerte. Contra esto, Locke propone la genial idea de la creación de instituciones objetivas en las que se realicen las apelaciones y quejas de aquellas personas que se encuentren implicadas en un conflicto cualquiera, intentando ante todo dar una solución justa e irrefutable para todas las personas implicadas. Desde mi punto de vista, esta idea es la que actualmente predomina en la mayoría de las sociedades civilizadas.
    Por último, y sobre el caso de la tribu de los bosquimanos !kung, se resalta esa sensación de igualdad social en la que se encuentran, teniendo la excepción de aquellos que sobresalen de los demás, ya sea bien por sus logros o por su experiencia. Son estos, además, quienes tomarán las decisiones “más importantes” en los que se refiere al futuro de la tribu, pero su poder solo abarca estas decisiones, ya que como bien se dice en el texto, estos carecen de la capacidad de castigar a aquellos que lo desobedezcan. Se concreta entonces que ese “cabecilla” posee un rango igual que cualquier otro individuo perteneciente a la misma tribu.
    Hasta aquí todo parece tener un aspecto ideal como sistema igualitario, pero estoy obligado a decir que su efectividad es directamente proporcional al tamaño de la tribu, ya que si la población de una tribu se incrementase notoriamente en un periodo de tiempo breve, habría que establecer una serie de normas a las que dirigirse en caso de que surgiera un conflicto y que sin las cuales se producirían conflictos continuamente, llegando a un todos contra todos por el sentimiento de desamparo de la justicia de la tribu, es decir tomarían la justicia por su propia mano.

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